Gracias por acompañarme y dejarme tu amistad y cariño

Gracias por acompañarme y dejarme tu amistad y cariño

miércoles, 21 de abril de 2010

EL VIAJE (Primera parte)



De haber sospechado que algo así me podía pasar jamás lo hubiera hecho.

Era sábado por la noche y no sabía qué hacer, mis amigos estaban en el club pero yo... no tenía ganas de ir, tirado sobre mi cama miraba el techo, escuchaba cómo en el comedor se desataba la tormenta de todos los días.

Era algo tan común que ya había aprendido a convivir con esas constantes peleas, con esos reiterados reproches, con esas palabras que me endurecían el alma, con sólo pensar que podían salir de la boca de mis padres.

Pegué un salto de la cama, me puse las zapatillas, me paré frente al espejo, até mi pelo con una banda de goma, tomé mi gorra, coloqué el atado de cigarrillos en el bolsillo de mi pierna izquierdo y agarré la campera que estaba tirada sobre una silla. Comencé a bajar los escalones que me separaban de la puerta de calle, al pasar por el comedor, dirigí mi cabeza hacia ellos, siguieron discutiendo sin prestarme atención, abrí la puerta y con un portazo escapé de ese infierno.

No se darían cuenta que yo no estaba.

Caminé hacia el sur sin saber a dónde iría a parar, mientras que en mi cabeza la imagen de mis viejos peleando seguía dándome vueltas, por un momento tuve deseos de que al llegar algún día los encontrara muertos.

Hoy, me arrepiento de semejante pensamiento.

La cabeza me dolía, sentía la garganta seca, entré en el primer boliche que encontré en el camino, abrí la puerta. El humo que lo invadía me cegó por unos minutos y un aroma dulce, embriagador entraba por mi nariz, caminé por entre las mesas ocupadas por jóvenes que me miraban con a un zapo de otro poso, sentía sus ojos clavados en mi espalda, ocupé una mesa al costado de la barra y encendí un cigarrillo, cuando apareció ella.

Vestía pollera roja corta, medias negras caladas, botas altas y su remera era de un color blanco transparente que dejaba ver su sostén negro de encaje, su pelo recogido con una cinta y en su boca roja dibujada una sonrisa. Se sentó a mi lado. No le dije nada, aceptando que lo hiciera y nos pusimos a charlar, luego de unas horas de contarnos entre tragos y tragos nuestras historias me animé a preguntarle, el porqué de tanto humo y qué era ese olor dulce que se respiraba.

Que estupido

Allí fue cuando me explicó. Que el humo y el aroma eran de los cigarrillos de marihuana que fumaban. Lo único que la hacía, por unas horas, olvidar todo lo que yo ya conocía y me confeso que si quería viajar más lejos lo mezclaba con algunas otras cosas, cómo ésta, me dijo, mostrándome una pastilla blanca, qué es, le pregunté, LSD, me contestó y la tomó con un trago de su bebida, me transporta a un mundo desconocido por mucho más tiempo, continuó diciéndome, tomó otro trago y seguimos con la charla.

En ese momento tenía ganas de decirle que me diera de esas cosas, que quería volar a lo desconocido, olvidar por unas horas al menos las horripilantes peleas de mis padres. Pero no lo hice, no me animé.

El tiempo pasaba, la charla era amena, pero ella se estaba poniendo rara, sentía como por debajo de la mesa su pié ya desnudo, sube y baja rosado mi pierna hasta llegar a mis muslos, su mirada ya no era la misma, sus ojos estaban vidriosos y pequeños, su risa era más constante, me gustaba, tomó otro cigarrillo y yo le saqué uno, sus ojos me miraron y me preguntó si estaba seguro, lo encendí, pon tu mano alrededor así el humo entra nuevamente por tu nariz, me explicó. Comenzaba a recorrerme por dentro, la vista se me nubló, sentía ganas de vomitar y estaba mareado, su risa retumbaba en mi cabeza, seguía mirándome, no te asustes, me dijo, ya se te va a pasar, sabía bien qué sensaciones estaba experimentando, pero con uno no vas a haces nada, continuó diciéndome, sin que yo le dijera, colocó la pastilla blanca en mi whisky y me lo dio para que lo bebiera, con esto si que vas a entrar en mi mundo.

No hay comentarios: