Ya era muy tarde, la noche había hecho su llegada
Los días se le hacen interminables
Hoy no había tenido suerte, la lluvia y el frío no le había permitido vender ni una sola rosa
Las luces de las marquesinas se encendían y nacía la noche
Llevaba en sus manos la nada y en sus ojos la mirada de la ausencia
Caminaba sola por las calles, le gustaba ver a la gente, las puertas de los teatros, los chicos jugando en las maquinitas, las inmensas jugueterías y esos restaurantes donde la gente se sentaba a cenar, con vestidos hermosos y trajes muy elegantes.
Se paró en la ventana de un bar, apoyo su frente en el vidrio y ve pasar los platos humeantes de comida delante de sus ojos. Traga saliva, agacha su cabecita y escucha los ruidos de sus entrañas. Aprieta los puños, se da vuelta y camina hasta su casa.
Entra derecho a su dormitorio, se acuesta en su camita y entre lágrimas susurra
Buenas noches, hasta mañana
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